A diario los Servicios de emergencia afrontan intervenciones de pequeña escala, en este tipo de intervenciones normalmente las decisiones que se toman no suelen ser críticas, y en todas las acciones realizadas se juega con cierto margen de error, de tal forma que si se ejecuta una táctica equivocada o un miembro del equipo falla, se puede corregir sobre la marcha "sin que se note demasiado". Nos referimos al incendio de la campana extractora, al accidente de un turismo o a un fuego de pasto; siniestros que en general resuelven una o dos dotaciones con un nivel de mando o a lo sumo dos.
A poco que exista cierto grado de auto crítica, en casi todas, por no decir todas las intervenciones en emergencias podemos identificar fallos por pequeños que sean, o si queremos decirlo de otra forma, aspectos a mejorar.
Pero ¿Que sucede cuando estamos ante un siniestro de mediana o gran escala como el referido?
En estos casos, los fallos si pueden convertir la intervención en un caos y llegar a empeorar gravemente la situación, es en estas en las que mejor se mide la capacidad de respuesta de una organización y es también la mejor oportunidad para mejorar y desarrollarse personal y colectivamente; claro que es esencial reconocer y analizar lo que ha pasado haciendo un ejercicio, a veces doloroso, de sinceridad, como decía un viejo amigo, "...hay que ser muy hombre para asumir los errores...".
Desgraciadamente es muy frecuente que no se realice este ejercicio, o se haga de forma somera, para cubrir el expediente, intentado tapar los fallos (justo lo contrario que hay que hacer) o si que se intenta hacer pero no se organiza adecuadamente; cualquiera que sea el caso, el enorme valor que puede aportar esta experiencia cae en saco roto, incluso los propios participantes no aprovechan plenamente las vivencias, ya que el escenario de la emergencia es un "gran cuadro" del que cada uno de los participantes solo percibió una parte de "lo pintado", cuantas veces me he encontrado con visiones totalmente sesgadas e incluso completamente equivocadas en la versión que un bombero o un mando daba de una intervención, desde luego sin ninguna mala intención por su parte.